JUNTO a las flores blancas
del manzano
estás tan quieta,
tan extrañadamente quieta
y tan desposeída
que ahora no me atrevo
no me atrevo a escribirte
no me atrevo a rozarte
los ápices del seno, ni a decirle
a las ingles que callan
por qué tu desnudez
quemó mi tacto.