A mis hijos
y es mentira, un agujero negro
que devora energía de los astros;
tras las nubes naranja sólo existe el vacío.
Miente el mar sus azules inocentes
para ocultar los monstruos que anida en sus entrañas.
Vosotros me adornasteis de virtudes
y no hay mayor mentira que la que el amor crea.
Yo os empecé a mentir cuando eráis niños.
Para vencer el miedo, en el umbral
de esa muerte pequeña que es el sueño,
ay, os enseñé a rezar al Ángel de la guarda
-aunque yo ya sabía para entonces
que el dulce protector no mueve un dedo
por los niños ungidos con el olio a desdicha
cuando son engullidos por la fiera-.
Os engañé, obstinada, en todos los momentos,
unas veces con cuentos inventados
o con mentiras de ocasión plagiadas
como los Reyes Magos, sólo por el placer
de ver centellas de ilusión en vuestros ojos,
mientras sacabais brillo a los zapatos.
O la estúpida farsa del Ratoncito Pérez
para haceros más dulce la sonrisa mellada.
Otros fueron embustes de calibre,
esas mentiras tóxicas
que van debilitando las neuronas
haciéndonos más blandos e indefensos:
"Dios es justo y no permitirá que triunfe el mal",
mientras llovían bombas sobre los inocentes.
Os hablé del sutil arcoíris que vence al aguacero;
"el primer mandamiento de los hombres
es el amor, quien ama está salvado"
-y lo decía yo, que soy su presa-,
de ese gran resplandor que anuncia al hombre nuevo;
"la libertad es vuestro patrimonio".
Os llené de humo la cabeza,
los oídos de cuentos,
y nutrí con mentiras, trufadas de belleza,
vuestro tierno corazón.
Os engañé, y me engañé de paso,
aquella noche en Roma que anunciaba
la muerte de Los Cinco de Septiembre,
que el dictador, podrido hasta la médula,
se llevó por delante al otro barrio.
Y rogamos a Dios que detuviera
la mano del verdugo, como hizo con Abraham.
¡Qué dolor, y qué llanto de rabia, de vergüenza!
Necia de mí pensaba: "aunque me duela
no les puedo evitar la brutal realidad
ni mitigar el dolor de sus golpes,
mas la tramposa vida no lograra tampoco
arrebatarles los sueños que atesoran."
Perdonadme, hijos míos,
si os hice vulnerables con mis cuentos
frente a los enemigos regresados.
Vuestras desdichas me las debéis a mí.
Octubre 2012