A veces dudo si besé tus labios
y sé que los besé porque aún
conservo
ese dulzor de eterna madrugada
entre estos labios míos ya
desiertos.
A veces dudo si abracé tu cuerpo
y sé que lo abracé porque aún
siento
que se abrasa mi piel cuando a la
tarde
salgo a gritar tu nombre contra
el viento.
Te amé, sé que te amé, aunque no
pueda
decírtelo a la cara noblemente:
dejé que te marcharas, corza
herida,
y tu adiós me dejó herido de
muerte.
En noches como esta, cuando el
aire
me regala fragancias ya
olvidadas,
regresa a mi memoria aquel
perfume
que exhalaba tu piel cuando me amabas.